El presente escrito pretende mostrar el trabajo de musicoterapia realizado en el Centro de día Aplec —entre el 1 de octubre de 2021 y el 28 de Junio de 2022— durante las sesiones reiniciadas tras el parón por la pandemia del Covid 19 . Al retomar las sesiones en septiembre de 20022 la dirección del centro nos traslada su petición de que elaboremos un informe, en el que detallar y hacer valoración de las actuaciones que se llevan a cabo en el espacio de musicoterapia. Dicha demanda nos parece adecuada ya que nos ayuda a poner en valor el trabajo que llevamos a cabo. Es verdad que mediante el informe escrito podemos dar conocer con mayor precisión un trabajo que a veces puede no ser entendido. Es labor del musicoterapeuta, como profesional cualificado, hacer entendibles y cercanos los propósitos que tiene su intervención.

De tal manera, para poder elaborar futuros informes consideramos adecuado exponer el trabajo que previamente hemos desarrollado. Ello nos ayudara a crear un hilo conductor y sentido sobre lo que estamos haciendo. Así pues, tras la pandemia de 2021 en octubre de la misma fecha retomamos las sesiones de musicoterapia. La pandemia sobre el Covid 19 es un hecho que cabe destacar ya que determinó el cómo configurar el tipo de sesiones que serían llevadas a cabo a partir de ese momento. En esa linea, tuvieron que tenerse en cuenta todas aquellas medidas sanitarias que se consideraron más adecuadas. Este nuevo orden modificó aspectos importantes sobre el cómo actuar en las sesiones de musicoterapia. Mas concretamente en la manera de relacionarnos entre musicoterapeuta y usuarios teniendo en cuenta que había que mantener una distancia adecuada donde el contacto físico también estaba limitado. A partir de ese momento alguna de las actividades que estábamos realizando anteriormente a la pandemia ya no iban a poder realizarse. Parecía que la intersubjetividad y la interacción iban a quedar algo mermadas. Es verdad que aunque no íbamos a poder utilizar objetos —instrumentos musicales— con nuestros clientes, que nos ayudaban en la relacionalidad y el acercamiento musical, sí que íbamos a potenciar otras técnicas en musicoterapia, en concreto las técnicas receptivas en musicoterapia de las que seguidamente hablaremos en detalle. Por lo tanto, queremos destacar que en musicoterapia existen variabilidad de métodos que nos ayudan a planificar un modelo de actuación teniendo en cuenta las circunstancias —incluso adversas— que puedan sobrevenir. Este ha sido nuestro caso, la pandemia nos ha planteado como seguir desarrollando medios de intervención que conseguían mantener el nivel y la intensidad requeridos.

HABLEMOS DE MUSICOTERAPIA RECEPTIVA

Antes de nada, es oportuno hacer una breve diferenciación entre métodos receptivos y activos de musicoterapia.

Cuando hablamos de métodos receptivos nos referimos a un cliente como receptor de una experiencia auditiva con música grabada o en vivo. La persona responde a la música, no solo la escucha, sino que responde como señala Bruscia “a la experiencia silenciosamente, verbalmente o de otro modo”.

En los métodos activos el cliente se convierte en un creador activo de la experiencia musical, por ejemplo, a través de la ejecución de instrumentos musicales.

Llegados a este punto, en musicoterapia hemos de ver a que población nos dirigimos a la hora de planificar y desarrollar las sesiones. En el centro de día Aplec nos encontramos con dos grupos, ambos lo configuran personas con diferentes patologías —síndrome de down, parálisis cerebral, embriopatía congénita, encefalopatía, esclerosis tuberosa, síndrome angelman…—. Existen también diferentes niveles de afectación entre moderada y profunda. Además, en casi todos tanto el habla como la movilidad están muy limitadas. Las características de esta población sumado al imprevisto del Covid 19 ha hecho que vayamos configurando el método que mejor se adecua a esta realidad. Por lo tanto, hemos ido descartando técnicas más activas que implican una mayor cercanía con el cliente para pasar a métodos más receptivos. En realidad, anteriormente al Covid ha sido la metodología que por las características del grupo mayormente hemos utilizado.

La MT Receptiva actúa como medio no verbal de comunicación eficaz en personas con dificultades en el desarrollo de la lengua, atrayendo su atención y dando lugar a fomentar sus capacidades de expresión. De tal manera, la MT Receptiva ofrece una experiencia no verbal que permite representar sentimientos y estados de animo sin necesidad de una explicación verbal elaborada.

Cuando hablamos de MT Receptiva, Bruscia —autor referente en musicoterapia— nos señala las diferentes maneras de responder a la experiencia auditiva:

En las experiencias receptivas, el cliente escucha música y responde a la experiencia silenciosamente, verbalmente o de otro modo” (Bruscia 1998).

Según esta definición, en nuestro caso, la respuesta verbal por parte de nuestros usuarios es muy reducida. Por otro lado, el responder silenciosamente o de otro modo sí que han sido un hecho continuo y lleno de significaciones a lo largo de nuestras sesiones.

La respuesta silenciosa de nuestros clientes genera un estado de “pausa” que permite al musicoterapeuta estar atento para experimentar el impacto y la resonancia que la música produce en ellos. Observamos sus diferentes comportamientos no verbales: atención, expresión facial, respiración, lenguaje corporal… Las respuestas a la musica existen siempre y el musicoterapeuta ha de mantener una presencia constante para interpretar esas señales silenciosas. De ahí, la importancia que tiene el que todas las personas responsables — musicoterapeuta, auxiliares— que estamos dentro de la sesión nos mantengamos en silencio y observación. Todo ello, da lugar a que podamos acercarnos más a cómo se esta manifestado la personalidad de cada integrante en el momento de la sesión. Nuestro programa en musicoterapia tiene como objetivo principal vincularse a la experiencia que en ese momento esta viviendo la persona para poder ofrecer una respuesta lo más optima posible. En este encuentro “silencioso” y “respetuoso” entre musicoterapeuta y paciente puede darse un reconocimiento mutuo que implica un mayor desarrollo de la sociabilidad y de la personalidad.

“El final de la música también es un buen momento en particular para apreciar quien sigue escuchando o atendiendo. Es interesante observar quien se ha dado cuenta de que la música se ha detenido.” (D.Grocke, T.Wigram 2008)

La respuesta de otro modo, por parte del cliente, es como ampliar la infinidad y riqueza de respuestas que ya comprende la respuesta silenciosa. Es un dar validez a cualquier respuesta y conducta que pueda manifestarse como resultado de la escucha y la experiencia musical. Ante la dificultad de verbalización que nos hemos encontrado con ambos grupos hemos visto la importancia que tienen el gesto y la mirada. Salir al encuentro de “otros modos” de comunicación desprovistos de prejuicio nos lleva a desarrollar un “lenguaje específico” que nos ayuda a entender lo que la persona esta expresando en ese momento. Así pues, las manifestaciones de nuestros asistentes a las sesiones han sido múltiples: sonrisas, silencios, gritos, ausencias, miradas, complicidades…

Para que todo esto esto ocurra y puedan sentir que son los protagonistas de la experiencia es importante respetar su voluntad de “no” querer hacer —o “ausencias”— que puedan tener en determinados momentos. Respetar su “no” supone tener en cuenta su estado de ánimo, y que consideramos su deseo de no ser forzados. Seguramente desde este aceptar que alguien no quiera mostrarse estaremos dando lugar a que sienta la confianza para hacerlo en otra sesión. También deben respetarse los ruidos o sonidos que pueden parecer molestos y que se producen cuando mostramos tímida o exageradamente algo de nuestra personalidad. Un terapeuta intuitivo ha de saber esperar y no forzar situaciones; sobre todo porque sabe que habrán otras sesiones.

Haciendo nuestras las palabras de Portalatin Vargas (2020), la musicoterapia que aplicamos se configura como un marco especializado en el que el terapeuta pueda permitir y sostener lo que Winnicott denomina “lo informe”; el terapeuta debe aceptar la comunicación del paciente sin necesidad de organizarla, de lo contrario el paciente abandona esa zona “informe” por la imposibilidad de comunicar lo insensato.

RECURSOS EN MT RECEPTIVA

La música en directo tocada por el terapeuta creemos que es la forma más potente de conectar y representar los sentimientos y estados de ánimo de nuestros pacientes. En este sentido, las musicas tocadas pretenden ser familiares alternando con canciones que también integren una estética y riqueza musical. El empleo de melodías y estructuras armónicas más sofisticadas permiten conectar con niveles mas profundos de la personalidad.

Aun así, lo mas significativo no es lo que tocamos sino como lo tocamos. En este sentido, es mediante el juego y la improvisación musical donde podemos encontrar formas nuevas de relacionarnos con nuestros cliente. El juego –improvisación— compartido y mutuo entre musicoterapeuta y paciente permite expandir nuestro campo acción, estimula la riqueza de respuesta y la flexibilidad de adaptación. Así pues, el terapeuta permanece presente ante el cliente durante cualquier experiencia musical que ambos compartan.

La música en directo exige una atención del musicoterapeuta doblemente dirigida, por un lado, a mantener una estructura musical confortable para el receptor, y por otro a captar y recoger cualquier gesto que pueda surgir de nuestros clientes a través de la experiencia musical. En este sentido, es muy valiosa la capacidad de improvisación del musicoterapeuta que se arriesga a salir de la estructura musical y flexibiliza para acercarse a la realidad del cliente.

Uno de los recursos que utilizamos en nuestras sesiones es el método no verbal de improvisación empática. La audición de musica improvisada es creada para reflejar y afectar el estado de animo del cliente. En clientes cuyas patologías limitan su discurso o les impiden por completo hablar, la “Improvisación empática” puede actuar eficazmente como medio no verbal de comunicación. Siguiendo a Wigram (2004) mediante la improvisación y limitándose a tocar para el cliente, el terapeuta no intenta paliar la angustia que el cliente esté experimentando, sino simplemente devolvérsela como una confirmación empática de su apoyo”.

Otro medio que hemos utilizado —aunque en menor medida— son los cuentos musicales cuya funcionalidad esta dirigida a estimular imágenes que el cliente puede evocar ante el guion que el terapeuta presenta. Son cuentos donde, acompañado por el piano, el terapeuta narra una historia para captar la atención, estimular la imaginación y mejorar la penetración psicológica.

Tanto la musica en directo —tocada e improvisada por el terapeuta— como los cuentos musicados buscan provocar estados de relajación o estimulación según consideramos mas adecuado para el momento de la sesión. En el inicio —para crear un ambiente musical— y final de la sesión —para hacer el cierre— suelen utilizarse musicas relajadas. El intermedio de las sesiones busca una mayor estimulación e interacción más directiva con los usuarios.

La música para la relajación mantiene un pulso o ritmo estable, es tranquila y previsible. Presenta pocos cambios dinámicos, pues el objetivo es lograr la relajación profunda. La linea melódica es previsible. La estructura armónica es típicamente tonal. La repetición es una característica clave.

La música para la estimulación es más cambiante. Hay un mayor flujo dinámico que estimula estados de ánimo mediante la creación de nuevas e interesantes ideas musicales. La estructura armónica incluye variaciones, a veces acompañadas de disonancias.

En sintonía con Grocke y Wigram (2008) —influenciados por Winnicott— en la musicoterapia receptiva, la estructura y la forma de la música proporcionan un contenedor para que el cliente pueda abandonarse a una experiencia relajante o imaginativa. El cliente siente un nivel de confianza en la música porque esta se desarrolla de modo fiable y hay una lógica musical que gobierna los cambios de melodía, armonía, ritmo e instrumentación.

En el espacio de musicoterapia utilizamos la música como contenedor de lo que allí sucede, dando valor a los diferentes estados de animo —tristeza, melancolía, humor, reflexión…— Al validar dichas expresiones el cliente siente la confianza para ir mostrando su parte más espontánea y genuina.

El efecto terapéutico del juego puede provocar una transformación subjetiva solo cuando lo experimentado por el sujeto puede serle devuelto en un área compartida (Winnicott, 1971).

CONFIGURACION DE LAS SESIONES

La musicoterapia siempre involucra al cliente en alguna clase de encuentro e interacción (Bruscia, 2007).

Iniciamos las sesiones con música relajada, de ritmo estable y previsible. De tal manera, los integrantes pueden situarse en el espacio de forma tranquila. El musicoterapeuta saluda a cada miembro conforme van entrando en la sala. Es un momento para observar cómo se encuentra el grupo. Son canciones tocadas en directo por el musicoterapeuta con el piano. A la vez vamos preparando un ambiente que invite a los integrantes a ir conectando con sus propios estados de ánimo.

Las canciones de inicio se van volviendo más dinámicas a través del juego pianístico y la improvisación. Una vez creado el ambiente musical, pasamos de este primer estado sonoro-acogedor y relajado a un estado de mayor estimulación para que el cliente pueda penetrar con más profundidad en sus estados mentales. La atención a uno mismo sobre la experiencia musical que esta viviendo provoca entonces una reacción —visible a través del gesto, la mirada, el cuerpo— que evidencia la conexión emocional que la persona esta teniendo. Esta reacción es recogida y validada por el musicoterapeuta que le devuelve musicalmente o mediante un gesto lo que el cliente esta experimentando. Comienza así un juego mutuo de aceptación y vinculo que posibilita poder seguir explorando y descubriendo nuevas formas de comunicación.

Esta primera fase inicial hace que la música opere como un contenedor fiable para mostrar emociones. Musicoterapeuta y clientes entran en un estado alto de conciencia musical que requiere saber estar en silencio para transitar a la siguiente actividad musical sin perder la atención. Es el momento en que el terapeuta pasa a un momento más interactivo y cercano con los usuarios. Hay que matizar que este acercamiento ha ido dándose de forma progresiva en cada sesión teniendo en cuenta las medidas sanitarias por el Covid de mantener una cierta distancia. Una vez las medidas se han ido relajando hemos podido tener una mayor proximidad a nuestros clientes.

En esta fase intermedia el musicoterapeuta utiliza la guitarra para poder acercarse e interactuar con cada integrante. Ayudado por la guitarra el musicoterapeuta se dirige cantando con su voz a cada integrante para provocar algún tipo respuesta. También en nuestros clientes hay una necesidad sensorial de tocar los instrumentos para experimentar no solo de forma sonora sino también táctil. De tal manera, muchos de ellos quieren examinar la guitarra. Dejamos que la exploren el instrumento y hacemos sugerencias musicales con la intención de crear un diálogo, siempre respetando sus tiempos. Hay que ser cuidadosos a la hora de acercarles los instrumentos ya que a veces se ponen alerta, sobre todo cuando es la primera vez que lo hacen. Hay que saber interpretar sus gestos cuando ya no quieren continuar.

Una tercera fase sería la de ir volviendo a un estado más relajado. El musicoterapeuta suele transitar con canciones más calmadas acompañandose con la guitarra para regresar al piano. Aprovechamos la coyuntura para ir preparando el cierre. El final de la sesión es un momento para volver a penetrar en nuestros estados mentales con el animo de recrearse en la experiencia vivida. Es importante que sientan que lo vivido les ha producido satisfacción. Además, les ayuda a pasar con agrado a la siguiente actividad que puedan tener en el centro.

Fue adecuado tener en nuestro espacio de musicoterapia a un Licenciado Sociólogo y músico vinculado al ámbito de salud que vino desde el centro RIEPS —Residencia interdisciplinaria de educación y promoción de la salud— en argentina, para conocer y participar en nuestro proyecto en Musicoterapia Relacional. Sin duda, el espacio de musicoterapia se ha enriquecido en el trabajo interdisciplinar entre musicoterapeuta y colaborador sociólogo . Así pues, la experiencia en el ámbito de la salud de nuestro colaborador ha dado lugar a que se pueda ampliar la vivencia musical y la acción recíproca con nuestros clientes. Hemos vivido momentos de mucha intensidad musical en los que la improvisación y la interacción estaban muy presentes. Nuestro sociólogo y músico ha ido encontrando formas de comunicación y respuesta a través del instrumento de la melódica que han sido muy estimulantes para los pacientes.

Un fundamento en nuestras sesiones, siguiendo las teorías de Juliette Alvin, es entender la música como un “elemento integral” por el cual mientras un miembro del grupo hace música, su música influye en la musica de otro miembro. En su terapia de Libre Improvisación, Alvin hace hincapié en el establecimiento de distintas relaciones con el mundo, donde la música tiene infinitos tipos de relaciones: paciente-instrumento, paciente-instrumento del terapeuta, paciente-terapeuta, paciente-otros pacientes. De tal forma, si en algún momento de la sesión me detengo más tiempo en un integrante, la experiencia vivida es extensible al grupo. La relación que esta teniendo lugar es ese momento entre paciente-terapeuta es una vivencia de todo el grupo. Así pues, toma relevancia el contagio emocional como consecuencia de las distintas y múltiples relaciones que se están dando lugar en “el aquí y el ahora”.

OBJETO DE LAS SESIONES DE MUSICOTERAPIA

Según todo lo expuesto, el objeto de nuestras sesiones se centra en utilizar la música para trabajar objetivos terapéuticos a través de la participación de nuestros clientes en experiencias musicales mediante un plan sistemático de intervención que implica el empleo de técnicas y métodos concretos según la población a que nos dirigimos.

Como señala Bruscia (1999) los objetivos terapéuticos deberían estar dirigidos al potencial individual del paciente y no a modelos universales de “normalidad”. En este sentido, nuestra practica no se fundamenta en el entretenimiento y en esperar respuestas “normales” por parte de los usuarios. Creemos que tiene mayor riqueza reconocer una diversidad de funcionalidades que requiere elaborar lenguajes específicos de comunicación donde muchas veces esta más presente “lo informe”. Sentimos que el trabajo terapéutico tiene su efecto en la escucha paciente y silenciosa por parte del musicoterapeuta para convocar lo que sucede en el momento. 

La diversidad de funcionalidades —con diferentes grados de afectación— configura un grupo heterogéneo que hace que nos hayamos planteado cómo dirigirnos y aplicar nuestro programa de musicoterapia. En este sentido, el valor de nuestras intervenciones ha sido centrarnos en la utilización de la música para relacionarnos, comunicarnos y expresarnos. De tal forma, partimos de una intervención interactiva y experiencial, a través de la música, cuyo fundamento es la validación de la respuesta espontánea de los integrantes.

De modo que, a través de la musicoterapia hemos incentivado la conexión emocional para conectar con ideas profundas —y reprimidas— y favorecer la expresión de sentimientos, estimulado el pensamiento y la reflexión, fomentado la comunicación y las capacidad expresiva, validado habilidades sociales y relacionales, a la vez que potenciado el area cognitiva.

Desde el 1 de octubre de 2021 —reinicio de las sesiones— hemos venido aplicando un programa de musicoterapia fundamentado en la práctica receptiva. Un grupo tan heterogéneo y diverso como el de nuestros clientes responde y se adapta mejor a una practica en musicoterapia receptiva. Como medio eficaz de comunicación no verbal con personas con dificultades en el desarrollo de la lengua han surgido momentos de mucha espontaneidad e intensidad emocional. Situaciones en las que hemos podido conectar con nuestro mundo interno para emocionarnos y dejar traslucir nuestro estado de animo. Hemos cantado, mirado, gritado, llorado, escuchado, sonreído, entristecido y mostrado apáticos.

La música como contenedor nos ha permitido “sentir”; nos parece lo más adecuado. En esta linea de “seguir siendo “ queremos continuar aplicando nuestra practica clínica en musicoterapia receptiva; siempre con el ánimo de seguir aprendiendo en el proceso intersubjetivo e interactivo con nuestros clientes.

Texto: David Lanau